Ciudad Romana de Miróbriga

Las ruinas de la ciudad romana de Miróbriga fueron referidas por primera vez por André de Resende, en el siglo XVI, y las primeras excavaciones arqueológicas realizadas tuvieron lugar a inicios del siglo XIX, por iniciativa de Frei Manuel do Cenáculo, en esa época obispo de Beja. Desde entonces, otras campañas se han sucedido, como por ejemplo as llevadas a cabo por Cruz da Silva (1922-1948) o por Fernando de Almeida (década de 60 del siglo XX). En los años 80 del siglo XX trabajó en el yacimiento un equipo luso-americano y, en los años 90, Filomena Barata lideró un proyecto de valorización de este sitio.

La arqueología permitió confirmar que, durante la Edad del Hierro (siglos V/VI a.C. a II a.C.), ya existía un poblado indígena en este sitio que más tarde dio lugar a la ciudad romana. Durante la dinastía Flavia (segunda mitad del siglo I d.C.) esta urbe recibió el estatuto de municipio romano y se calcula que en su período áureo (segunda mitad del siglo I d.C. a primera mitad del siglo IV d.C.), tuvo un área de 10 a 12 hectáreas.

Este espacio urbano está organizado, de forma genérica, en dos núcleos. El primero, localizado a norte, integra un área de forum (plaza pública), con un templo central dedicado al culto imperial, que estaría rodeado por dos pórticos y varios edificios públicos (basílica, curia, por ejemplo), dos complejos termales, una extensa área de viviendas y varias tabernae (tiendas). El segundo se localiza a cerca de 650 m a sur del forum y corresponde a un gran edificio de espectáculos, un circo o hipódromo, construido en el siglo II d.C., con 359 m de largura por 77,5 m de anchura. En realidad, se trata de uno de los tres edificios de este tipo descubiertos hasta ahora en el actual territorio portugués, junto con el de Olissipo (Lisboa) y el de Balsa (Luz de Tavira).

El ocaso de esta ciudad se fue produciendo de forma gradual entre el final del siglo V d.C. y el inicio del siglo VI d.C.